DON INVIERNO
Don Invierno nos acompaña durante estos meses, cosa que podemos comprobar cada mañana cuando observamos las temperaturas.
Y en clase ha llegado una carta sobre el Invierno. ¿Queréis leerla? Nosotros ya lo hemos hecho!
Querido señor Invierno
Me llamo Valentina y tengo 8 años. Desde que llegaste he notado que la mayoría de las personas tienen la cara triste, la nariz roja y fría y las manos en los bolsillos. A menudo, van encogidos o dan saltitos mientras esperan en la puerta del cole o para coger el autobús. Creo que tienen frío y que no les gustas para nada. Pero ¿sabes qué? yo no creo que seas serio y aburrido como he oído comentar por ahí.
Cuando me levanto, todas las mañanas mi mamá me pone dos camisetas, un jersey, unos calcetines muy calentitos, los pantalones, unas botas que me llegan hasta la rodilla, un abrigo precioso, mis guantes, mi bufanda y mi gorro de lana preferidos y me voy al cole. Nunca paso frío.
Conozco muchas cosas sobre ti. Sé que tu color preferido es el blanco y que no te gusta mucho el sol, aunque de vez en cuando nos dejas verlo. También sé que te escondes cuando hace calor y que prefieres la ropa de abrigo. Tu comida preferida es la sopa, calentita, para entrar en calor. La mía también.
Estoy preocupada porque hay muchas personas que se quejan: "Qué frío", "Qué rollo de invierno", "No podemos salir de casa".....Pero yo sé que hay cosas muy divertidas que podemos hacer.
Todas las tardes, cuando llego del cole, mi mamá me prepara una taza de chocolate que me tomo con bizcochos. Me encanta!!!. Después hago los deberes, juego un ratito con mis juguetes y luego le pido a mi mamá que leamos juntas un cuento. Y cuando me voy a la cama, me tapa con mi edredón de flores moradas y sueño que al levantarme hay una capa de nieve que lo cubre todo. El paisaje es tan bonito que voy corriendo a buscar mi cámara de fotos para no olvidar ese momento. Después voy corriendo a buscar a mis amigos y hacemos un gran muñeco de nieve al que ponemos una zanahoria como nariz, dos botones para los ojos y una bufanda para que no pase frío. Y me río porque ¿para qué necesita un muñeco de nieve una bufanda si él ya está helado?. Por la tarde, cuando la nieve está aún más helada, cogemos cartones y nos deslizamos con ellos por la ladera que hay a las afueras del pueblo. Nuestras carcajadas se unen al eco del lugar y resuenan en nuestras cabezas como tambores de fiesta. Al final, estamos tan cansados que cuando llegamos a casa sólo queremos meternos en nuestros edredones calentitos deseando que la nieve no haya desaparecido al día siguiente.
Querido señor Invierno, espero que cuando lea mi carta piense que muchos de nosotros le queremos y que sabemos que debajo de ese traje frío y ese manto blanco hay alguien con un corazón caliente.
Besos,
Valentina
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